Entre monasterios tibetanos en Ladakh, India/Among Tibetan monasteries in Ladakh, India
Recuerdo planear el viaje a India y ni plantearme pasar por Ladakh. No sabía que esta región del estado de Jammu y Cachemira existía, ni que escondía lo que queda de la cultura tibetana en India… Sin embargo, en cuanto descubrí algunas imágenes del denominado «Pequeño Tíbet» supe que Ladakh sería parte del viaje y que muy probablemente se convertiría en una de mis etapas preferidas.
Durante el aterrizaje, por las ventanillas, sólo se veían picos de escarpadas montañas que parecían encontrarse a escasos centímetros. Mientras, en el interior del avión, la mayoría de los viajeros iban ataviados con indumentaria de trekking. Íbamos a llegar a la zona de Thiksey, un tesoro escondido cerca del Himalaya a más de 3.000 metros de altura.
Un destino caracterizado por la aridez del paisaje montañoso en torno a un valle verde intenso y por su agradable clima en verano. Allí nos llamaron la atención los pueblos escasamente habitados, las estupas alejadas de todo, las oraciones al viento en cualquier lugar, las leyendas tibetanas sobre el origen del mundo, los vivos colores de los monasterios budistas en Thiksey, Shey y Hemis, los divertidos monjes ocupados en sus tareas cotidianas, su curioso té de mantequilla y esos cantos que lo llenan todo.
Muy cerca está Leh, la bulliciosa capital. Allí nos perdimos en sus mercados y tiendas entre personas de lo más diversas, que llenan de personalidad esta desordenada ciudad.
Y nos fuimos con la sensación de que, aunque muchos no lo sepan, Ladakh debería ser un imprescindible de cualquier viaje a la India. Porque es uno de esos lugares que cuando los encuentras, sientes que era exactamente lo que buscabas. Hay sitios en los que te sientes en paz con todo, en los que sabes que estás donde tienes que estar y uno de ellos sin duda es Ladakh. Hay otros, claro que sí, pero eso ya es otra historia y otro post…
chus dijo,
enero 3, 2017 @ 8:51 pm
Debe ser fantástico respirar el aire tan limpio de esas montañas -teniendo en cuenta lo que se respira por aquí – y la tranquilidad de los monasterios. Qué bonito lugar !. Las pinturas y los «tankas» me recuerdan mucho al que compré en Nepal. Bss.